Es largo el camino de conocernos a nosotras mismas, de comprendernos,
aceptarnos, así como aprender a ser libres, puesto que no se nos educa para ello, y diferenciar
entre lo que es cultural e impuesto o nace de nuestro interior. La constante búsqueda de la felicidad dentro de un sistema que oprime
y basa su lógica destructora en la producción y el máximo beneficio, produce
frustraciones, marginación, inadaptación. Vivir al margen y pasar la vida
cuestionándonos el porqué de tantas injusticias y desigualdades, cansa y genera desengaños…
Somos en multitud de ocasiones, nosotras mismas, las que reproducimos
esos patrones de comportamiento autodestructivos por no ser capaces de
revisarnos, evaluarnos y pasar a la acción en coherencia con nuestras ideas. Tan
difícil es elevar nuestra consciencia sobre el polvo de la miseria de la
cultura patriarcal-capitalista, que cuando lo conseguimos dejamos tras nosotras
una estela de sufrimiento y dolor, pues lo que merece la pena y perdura surge del sacrificio y el
compromiso con nosotras mismas.
Reconocer y escuchar las señales de nuestro cuerpo y mente supone
atención diaria y estudio, a la vez que un análisis certero de nuestro contexto social y la relación entre lo biológico y lo cultural. Pues nada ocurre por casulidad.