Tu vida puede cambiar en cuestión de días. Puedes pasar años
deseando un cambio que retrasas poniéndote excusas para no actuar. Pero cuando
te decides y sientes que lo que decidiste y llevaste a la práctica es lo que te
hace feliz, eso no tiene precio. Las decisiones tomadas desde el corazón suelen
ser las correctas y no caben arrepentimientos. Ser feliz cuesta tan poco a
veces, porque en tantas ocasiones perdemos el tiempo pensando en lo que nos
molesta que no tratamos de enfrentarlo.
Hoy una buena amiga me dijo que no puedes apagarte y
reiniciarte como si fueras un ordenador. Hay que buscar herramientas para
solucionar las cosas de manera creativa y reflexionarlas, no sirve de nada dejarlas apartadas en un rincón
haciendo como si nada ocurriera. Es una gran lección de madurez, que muy pocas
personas están dispuestas a afrontar abiertamente sincerándose consigo mismas y
con las demás personas a las que afectan. Porque lo fácil es hacer como si no
pasara nada y quemarte por dentro, en definitiva reprimirte, ejerciendo
violencia sobre nosotras mismas…
Lo cómodo y la fácil es mirar para otro lado cuando algo nos
causa dolor o sufrimiento. Y es cobarde, es un no querer escucharte, sentarte
contigo y dialogar, sin juzgarte, sin castigarte por lo que fuiste o no fuiste
capaz.
Nuestra cultura nos enseña a reprimirnos y a violentarnos a
nosotras mismas cuando las cosas no suceden como esperamos. Perder el control
de nuestras vidas y dejarnos arrastrar por lo cotidiano y trivial es fácil, lo
realmente valiente es enfrentarlo, es reconocer lo que estamos haciendo mal
para actuar de manera consciente en el cambio y retomar o comenzar a ser dueñas
de nuestras vidas.
Porque no nacemos con un manual de instrucciones de la vida
bajo el brazo, lo sabio sería aprender cada día, sin miedo a equivocarnos y sin
miedo a sentir por el daño futuro.
La sensación de que llevabas años esperando eso que siempre
pensaste que no llegaría y cuando al fin te llega, te acuerdas de eso que
muchas veces escuchaste ”todo llega” pero que nunca creíste del todo, sientes
que habías estado preparándote para eso. Y lo sabes, sabes que merecía la pena
y la alegría todo lo anterior. Sin esas vivencias nada de lo que ahora haces
tendría sentido.